Es lujosa, sensual, erótica y muy guarra sin llegar a ser vulgar.
De Pereira Risaralda , ciudad donde vivía, la mandaron a Cali a una academia mientras sucedían sus vacaciones del verano de 1996.
Vivía en una casa amplia en la que aún reside el recuerdo, quizá seco y abstracto, de un mal día cuando a los 7 años, un trabajador de su padre se bajó, a la sombra de una sonrisa maligna y lasciva, sus pantalones, mostrándole, de una buena vez, aquello que después sería centro de su inocente inquietud.
Primero y por miedo a lo que dijera su padre, dio una negativa.